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28 de noviembre de 2009

El mundo en mis manos



Me subo la capucha, esta túnica me camufla en la noche, y la calle se alimenta únicamente de la tenue luz de alguna farola. Mientras camino sigo con la mirada la trayectoria de mis pies. Mis manos metidas en los bolsillos tiran de la túnica hacia atrás y las rodillas al flexionarse la empujan hacia delante. En aquél portal hay una pareja, el chico le ha dejado a la chica su sudadera para que no pase frío. La miel de la vida, quién la sintiera en su plenitud... paso sin molestarles. La brisa golpea mi rostro, creo que nunca me acostumbraré a esto, conozco de memoria la secuencia de baldosas de esta calle, la circunstancia me obliga a venir a menudo.


Ya se divisa el Guadalquivir. Entre dos coches se deja ver una luz azul en aquel aparcamiento. Se acerca poco a poco y se va dividiendo en dos. Es un gato negro y raquítico de ojos azules, me veo identificado con él. Maulla con un tono cansado y le sostengo entre mis manos. No ofrece resistencia. Lo vuelvo a posar en el suelo y sigo caminando.


Gasolinera en Torneo, algún trabajador madrugador aprovecha que empieza a aparecer la luz en el cielo para repostar. Callejeando un poco encuentro a una chica que grita desesperada. Su hermano ha bebido demasiado y sus amigos han salido huyendo ante la situación, su cara no tiene un color muy sano, demasiado exceso para un cuerpecito como el tuyo. Su hermana apenas se atreve apenas a mirarme. Le abro al chico la mano para coger su teléfono y dárselo a su hermana. En el hospital le dirán lo que tengan que decirle. Con trabajo me pongo en posición y sigo mi camino.


A dos calles de distancia entro a una cafetería para descansar. A mi lado una mujer de unos 40 años desayuna una tostada de jamón con tomate y come muy deprisa, presumiblemente porque llega tarde a algún lado. Comienza a toser aparatosamente y a llevarse la mano a la garganta, se ahoga. Observo la situación y ante la petición del camarero de alguien que la atienda procedo a golpearle varias veces la espalda. Se acabó el jaleo. Debo irme.

Un rato deambulando me lleva a unas vías de tren que se sitúan en el medio de dos trayectos. Tan temprano y los adolescentes ya despiertos. Tres amigos de unos 16 años charlan animadamente sobre su plan de hoy. Parece ser que se han propuesto cruzar al otro lado de las vías justo algún segundo antes de que pase el tren. Ollen ruido a lo lejos y emprenden la carrera, por mi parte agarro a uno de ellos por el hombro, pero haciendo caso omiso empieza la carrera después que sus amigos, sucede lo que tiene que suceder. Los dos chicos que han logrado cruzar, los mismos que estaban hace unos momentos sedientos de adrenalina, están ahora mirándome atónitos y con el rostro pálido, sus ropas están impregnadas de sangre y de restos de vísceras. Lo lamento por quien tenga que limpiar esto, para ayudarle empujo un ojo con el pie hacia un matorral donde no se vea.


Finalmente llego al hospital, concretamente al área materno-infantil. Suelo ser ignorado por la gente, por eso no me evitan entrar a la zona donde se encuentra los recién nacidos. Cuanta belleza concentrada en esta habitación. Me acerco a un bebé que no para de llorar como un loco, le toco la mejilla con delicadeza y se tranquiliza a la par que cierra lentamente los ojos. Eres lo que más quiere alguna persona, o lo fuiste. Por los pasillos del hospital alcanzo a escuchar la conversación entre una enfermera y un paciente, que acaba con: ''no hay nada que deseara más que ver a mi hija después de tanto tiempo en soledad''. ''No se preocupe señor, la avisaré y estará aquí en menos de un minuto''. Cuando sale la enfermera me cuelo con destreza en la habitación. Me mira con miedo y me suplica algo indescifrable para mí, yo me limito a cogerle la mano y mirarle con Piedad. No siempre salen las cosas como queremos. Reina el silencio, es hora de irse.


A la salida del 'policlínico' diviso a mi lado a un chaval de unos 18 años que mira hacia abajo, en su rostro reina la tristeza aparentemente y está pegado a unos auriculares, de su hombro cuelga un maletín donde guarda sus apuntes y tiene un peinado desaliñado. Al fondo un coche se aproxima a toda velocidad, mucha más de la permitida. Cuando se suma la prisa con la prisa no suele salir nada bueno. Adelanta su pie derecho y yo extiendo mi mano izquierda, pero no llego a tiempo de rozarle. El coche se detiene bruscamente a un centímetro de el chico, y él sigue tranquilamente su camino. Se me escapó, pero algo me dice que volveremos a encontrarnos.


6 comentarios:

Ale dijo...

«Todos tenemos una lección que aprender, una finalidad en la vida. Algunas flores sólo viven unos cuantos días; todo el mundo las admira y las quiere, como a señales de primavera y esperanza. Después mueren, pero ya han hecho lo que necesitaban hacer ...
La muerte no es algo que haya que temer. De hecho, puede ser la experiencia más increíble de la vida. Sólo depende de cómo se vive la vida en el presente. Y lo único que importa es el amor» [Elizabeth Kluber Rose].

Ramón dijo...

Con razón sentía que tu no hacías esas cosas... ya me parecía extraño.

Solo decirte que no te lo cruzaste definitvamente a los 17. Y que seguirás viendolo mucho tiempo en el rostro de otras personas. Mejor conocerse más... digo yo.

PD: Peinate! xD

Ramón dijo...

Ahhh se me olvido decir lo más importante, me gustó mucho mucho. Grande.


Eso si, una vez entendido.

Unknown dijo...

Lo he entendido, lo he entendido!!!
Mola más la versión de padre de familia de la muerte pero weno, esta es realmente aún mejor, la haces parecer como un ente que va por ahí siguiendo su camino tranquilamente y realizando su ocupación porque es su destino.
Anyway, deja de ponerte el volumen tan alto subnormal que ya lo que queda es que te atropeyen, así que dedícate a mirar a ambos lados de la carretera y antes de cruzar en vez de cantar cancioncitas, quiero que sigas existiendo y que sigas escribiendo estas paridas mentales tuyas tan chulas. un abraso

Anónimo dijo...

Dios como me he rallado. Demasiada muerte he visto yo por aquí...

Pepa Pan dijo...

He llegado aqui de casualidad, desde mi blog, piqué en "siguiente blog" y apareció el tuyo.

Aún no he tenido tiempo de leer mucho, solo esta entrada, las calles y lugares que describes son los mismos por los que yo paseo y paso.

Curioso escrito, creo que vendré más veces.
Un placer leerte...

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