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9 de julio de 2011

Brisas de Julio


‘’Anímate. Estás más guapo cuando sonríes’’.

Pero no se me da bien hacer algo de lo que no estoy convencido. Son las cuatro de la mañana y los cajones de toda la casa están tirados por el suelo, hay montañas de papeles demolidas y el caos campando a sus anchas. En una esquina de una habitación está él, buscando algo desesperado, y casi a ciegas (y no porque no haya luz). Le late muy rápido el corazón y sus ojos están teñidos de desconcierto. No encuentra lo que busca. Lo que busca es a sí mismo. No se encuentra a sí mismo. Sabe que se guardó en algún lugar conocido, y que el escondite solo podría adivinarlo él mismo, que supuestamente es el que mejor se conoce. Pero se ha olvidado. Su objetivo era no mostrarse tal cual a la gente, por aquello de la indefensión aprendida, así que comenzó escondiendo una parte de sí mismo. Vio que todo se volvía más cómodo y se fue escondiendo cada vez más, y en lugares más recónditos. Se escondió tan bien que ni él recuerda dónde.

Con la derrota en la frente sale despacio y camina hacia la playa. El viento que sopla en la orilla a estas horas siempre le aclara las ideas, y los pulmones. Sabe que es una persona algo distinta, sobre una nueva base que construyó se fue forjando la persona que es ahora, pero a veces echa de menos lo que un día fue, sobre todo por la calidez. Quizás sea el momento de cambiar de aires para ver si se encuentra un poco más. En el bolsillo tiene el billete de avión.

3 comentarios:

Ramón dijo...

No puedes esconder toda una persona bajo la alfombra. Al final tu verdadera naturaleza siempre sale a flote, aunque sea en las cosas más simple, y pase desapercibido. Pero bien dentro sabes que eso es obra tuya. De tu verdadero tú.

¿Merece la pena...?

Gema dijo...

Todos queremos escapar de cuando en cuando a otra realidad y esconder nuestra personalidad refugiandonos en que será igual de complicado de encontrar para los demás como hallar una aguja en un pajar.

Eso es lo fácil.

Lo difícil e importante es saber cuándo tenemos que desenterrarnos y mostrarnos tal y como somos. Antes de que se nos olviden las coordenadas de nuestro escondite hasta a nosotros mismos.

Anónimo dijo...

No es bueno tener miedo de uno mismo... Las cosas van bien siendo consciente de quién se es, aceptando errores y reforzando batallas ganadas.

La indefensión aprendida no es excusa porque nos autoentrenamos a indefendernos cuando nunca debimos aprenderlo. En psicología, el ejemplo de indefensión aprendida que te ponen es cuando a un desgraciado ratoncillo lo metes en una hurna y haga lo que haga le das una descarga electrica que le duele. Llega un momento que se queda quieto y no hace nada. Ya ha probado a darle a todas las teclas que hay en la hurna con la esperanza de que alguna pare el castigo, pero ninguna lo para. Pero siempre, SIEMPRE, hay algo que para la descarga. Quizá no una tecla, pero sí un cambio de posición, un movimiento... Siempre queda algo por hacer. ;-)

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