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22 de septiembre de 2009

XX- Sin título



Al son de una melodía celestial los ángeles bailan sobre nuestras cabezas y con sus sandalias de madera pisan con fuerza las nubes, que a su esponjoso modo se sienten irritadas y deciden arrojar al vacío el néctar de la vida para que los ángeles no puedan beberlo más. Si los fluidos de repente gozaran del deslumbrante pero engañoso sentido de la vista podrían observar en la larga caída en vertical a un niño que hace muecas mientras pega la lengua en la ventanilla de un avión, también a la madre que levanta la mano y la dirige a toda velocidad y abierta de par en par a uno de los mofletes del niño, mucho más abajo podrían ver un gordo señor con camiseta de tirantes blanca que aprovecha que nadie mira para coger con cuidado la ropa interior de las mujeres mientras está tendida en la azotea de algún edificio azul, y el brillo de la naranja más alta de un naranjo al situarse este líquido sobre ella, por último podrían ver una lengua totalmente fuera de una boca y a la que se precipitan sin remedio hasta chocar contra ese pegajoso órgano móvil.




Meto la lengua en su sitio, parece que está lloviendo, en circunstancias normales me quedaría aquí como un tonto esperando a ver el espectáculo de una señora resbalándose, el parabrisas de un coche en plena acción o la luz de una farola reflejándose en un charco cualquiera, pero hoy no es el día más adecuado para ello. Así que echo a correr hacia ninguna parte, por el camino piso sin querer la cola de un gato negro que corría en dirección contraria a la mía. ''Lo siento'', susurro, y sigo corriendo hasta encontrar un local con un gran letrero, que deduzco que es un café-bar. Entro para resguardarme de la lluvia y pedir algo que me caliente un poco el cuerpo. Al entrar tengo la sensación de haber perdido algo, rebusco en los bolsillos de mis pantalones pero no está, y no sé exactamente qué es lo que es. Todo parece mejor desde fuera, el ambiente era bastante deprimente, solo salvado por una pareja que, también mojada, se acariciaba mutuamente como si acabasen de salvarse la vida y estuvieran viviendo una nueva oportunidad. Cinco ancianos juegan a las cartas, uno de ellos tiene pinta de perder siempre, todos se ríen de él, en el fondo nunca perdemos el espíritu de la niñez. Solo una persona está sentada en la barra, y como nunca fui de llamar al camarero desde una mesa, me siento a su lado.



Mientras me voy acercando voy asimilando que esa persona que está apoyada en la barra no es una persona cualquiera para mí, y también que este momento no pasaría desapercibido en la historia de mi vida. ''Hola, Ramón'', fue la primera frase que se me ocurrió, quizás no fue la frase que estuve imaginando ni planeando durante tanto tiempo, pero es lo primero que me salió, y el objetivo de llamar la atención de esa persona ya estaba cumplido. ''Ale...'', respondió con cara de estar viendo un fantasma. A: ''Hace ya mucho tiempo desde la última vez, había perdido la esperanza de volver a verte''. R: ''¿Por qué querías verme, acaso esperabas perdón?''. A: ''Aun así, me consuela comprobar que aún queda algo de mi antigua vida, ya sabes que nunca quise hacerle daño a nadie, pero siempre acabo haciéndolo, supongo que va con mi naturaleza''. R: ''¿Y ha cambiado mucho tu vida en este tiempo, o sigues mendigando por ahí algo de cariño?''. A: ''Ya sabes, en superficie es distinta, pero en el fondo sigo igual, al fin y al cabo la gente nunca cambia, ¿no?''. R: ''Si tu lo dices... bueno, debo irme ya, tengo una mañana ajetreada, me ha gustado volver a verte''. A: ''Espera, no te vayas tan rápido, podemos vernos un día de estos para retomar el contacto y saber qué ha sido de nuestras vidas''. R: ''Claro, ya te llamaré, adiós''. ''Hasta que nuestros caminos se crucen'' susurro, ni siquiera le di mi número, siento ganas de correr detrás de él y decirle lo que le llevo queriendo decir mucho tiempo, pero es mejor dejarlo así...



El camarero corre histérico de un lado para otro y resopla cansado, el anciano de antes había ganado por fin una partida y fuera había dejado de llover y ya salió el sol. Al final no pedí nada, pero el camarero sabrá perdonarme. Voy lentamente hacia la puerta y observo como brilla el sol a través de las hojas de un naranjo, caigo en la cuenta de que había algo que había perdido y que por tanto no estaba en su sitio, el título, así que meto la mano en el bolsillo de la bata, y lo saco. ''27- Roturas''.


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3 comentarios:

Unknown dijo...

La lluvia es tu obsesión y tu salvación, es el tema constante en tus escritos, es hermoso la descripción de un fenómeno meteorológico visto desde un punto de vista tan subjetivo.

No sé exactamente xq la situacion del bar entre tu y ramón se produce así pero bueno.
Nuestros caminos ahora se van a separar, ese no es motivo para que dos amigos pierdan la amistad, de todas formas, siempre nos vamos a acabar cruzando tarde o temprano y de nuevo decidiremos que queremos hacer, pedir el telefono y retomar el contacto o marcharnos y dejar pasar el tiempo.

Si alguna ves nos perdemos de vista, cuando te vuelva a encontrar me alegrará verte.
Me identifico con el viejecito que nunca gana, jejeje, hasta que al final acaba obteniendo una victoria. Un abraso

Ramón dijo...

Si tu lo dices... yo creo que si lo hacen. Aunque a veces para mal.

Si quieres encontrarme, solo apunta en un papel tu numero, y lanzalo al viento. Seguro que me llega.

Anónimo dijo...

...vaya! Es...extraño. Me gusta mucho, eres bohemio y romantico, y tus escritos lo demuestran... Como dicen los otros que han comentado, aunque vuestros caminos se separen no hay razon para perder el contacto... fijate qué relacion tenemos nosotros? xD y aun asi hablamos sin casi conocernos. A ellos que los conoces desde quien sabe cuando... no quiero ni imaginar lo que los querrás!

Mucha suerte =)

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