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26 de agosto de 2010

Un día en mi Alejandría (IV)

Siempre me hablaron de que no hay mayor calma que la que precede a la tempestad, y yo me lo tomaba como un dicho apenas pensado, algo para rellenar los silencios y pergaminos. Ahora comprendo la dimensión de su significado. Ahí fuera la noche descansa ajena a la fechoría que está a punto de cometerse bajo su amparo y protección, y las estrellas brillan como si nada fuese a pasar en un millón de años. Pero aquí dentro sí pasa algo, tanta adrenalina supone un festín para un corazón que se está poniendo las botas con todo esto, y lo celebra retumbando con tanta fuerza. Estoy sentado en un banco, mirando al este, y es aquí cuando la metáfora cobra un desgarrador sentido en mi vida, en el otro lado del banco, mirando al oeste, hay una mujer. Quizás es demasiado osado llamarla mujer, por que es algo más, mucho más. Nunca en mi vida vi una mejor representación de la unión de todas las fuerzas de la naturaleza maquillada con tan delicado envoltorio. Es un volcán. La conocí hace bastante tiempo, en un lugar bastante lejano, y me hizo una proposición que acepté sin apenas escucharla. Habría aceptado cualquier cosa que me hubiese pedido. Tiene un don. Hoy, soy su cómplice.


Falta poco para que amanezca, tengo las piernas agarrotadas, tiemblan. Ella me hace una señal y me levanto casi sin darme cuenta, de hecho todo pasará a partir de ahora casi sin darme cuenta. Corremos sigilosamente pegados a las paredes, saltamos en puntos estratégicos, nos agachamos al acercarnos a las ventanas. Todo calculado. Ahí arriba la nube se empieza a esconder tras las nubes para lavarse las manos de lo que va a ocurrir. Yo me limito a seguirla, mientras palpa paredes y abre portezuelas ocultas. Hemos llegado a una habitación, y por la luz que desprenden los ojos de mi socia, es la que buscábamos. Coge de una mesa una copa y de un estante una vieja botella de vino, se lo sirve y se sienta a pensar, aunque yo sé que no le queda nada por pensar, ya sabe lo que hay que hacer. Hablaba una leyenda de una muy antigua y valiosa joya encontrada en las profundidades del Cairo, que había sido la causa de varias guerras entre reinos. Su color rojizo oscuro no hace sino encerrar todo su misticismo y brillo. Sin duda la piedra más hermosa del mundo, pero es eso, una piedra, aunque si ella la quiere, la tendrá.

Hemos venido a Alejandría porque es el anciano alquimista de la ciudad el encargado de custodiarla hasta que, al amanecer, se entregue al rey del país vecino como símbolo de paz y cordialidad, después de las malas relaciones que han reinado en los últimos tiempo. Me mira, y yo sé lo que quiere decir, ella enciende una antorcha para alumbrarme, y yo le doy algo en la mano, sin preguntarse lo que es, se lo guarda. Una gran puerta de cristal separa la habitación de un pequeño pasillo, hago palanca con una barra metálica, abro la puerta, y cruzo el corredor. Aquí está. Dibujo algo en el suelo, para desvanecer cualquier posible conjuro fruto de la alquimia, y lo cojo con delicadeza. Realmente su belleza no es tan impresionante, no tanto al menos como lo es la que me espera en el otro lado del corredor. Como decía todo está pasando muy rápido, y ella me grita que se lo lance a las manos, no pienso en nada cuando ella me pide algo, solo en obedecerla, así que lo hago. Debí sospechar lo que estaría a punto de pasar. Se guarda la joya, y lanza la antorcha hacia la habitación (de madera) antes de dejar bien cerrada la puerta. Mi muerte le asegura no tener que compartir la riqueza con nadie, pero yo no quería nada, si me hubiese preguntado... Podría hacer esfuerzos inútiles por extinguir el fuego, pero esto se está acabando, y prefiero pasar los últimos instantes de mi vida viendo cómo se va. Es hipnotizante cómo mueve las caderas.


Debo salir de aquí antes de que el fuego se extienda al resto de la casa y salte la alarma. Queda poco para huir por fin de esta vida, y ser una verdadera reina. Una vez fuera, la luna está escondida y las estrellas se van disipando, casi ha amanecido. Corro hacia el acantilado donde preparé el bote para la huida. Me noto un bulto en el bolsillo, es lo que me dio Pablo. Es un anillo, será mejor tirarlo por ahí, no necesito esta carga para nada. Se escuchan susurros, llevo un rato sintiendo como me persigue una sombra. Tengo tiempo para quitármelo de en medio, así que me paro en medio de un claro. De entre los arbustos sale un joven de unos quince años, de poco peso y baja estatura, muy mal aspecto, visiblemente drogado. Deslizo la mano hacia la navaja que guardo en el cinto y me lanzo hacia él. Escucho un ruido ahí detrás. Todo se vuelve oscuro.

Le he dado. Ha estado a punto de cargarse a mi amigo, menos mal que estuve atento, esta no era la típica campesina que no opone resistencia, le advertí que nos costaría un susto. Mientras él la examina para ver que tiene, me fijo en algo que brilla en unos metros, me acerco y cojo el anillo, mi amigo ha sacado todo lo que tenía que sacar, así que cojo el cuerpo intentando que la sangre no se desperdigue mucho y lo poso al pie de un árbol, este anillo no debe valer mucho, sin que lo vea mi compañero se lo pongo en las manos y las cruzo cerradas sobre el pecho. Le cierro los párpados. Fernando tiene los ojos como platos, ha descubierto una especie de gema que podría tener algún valor, me acerco a examinarla, pero él sale corriendo hacia el acantilado, como si la quisiese para él solo. Le persigo antes de que tenga tiempo a esconderla y le arrincono. ''Sal de ahí, es peligroso, tranquilo, repartiremos las ganancias cuando lo vendamos''. Con el semblante más serio que jamás le vi, hace un gesto de negación, y se tira al mar para escapar. Mi corazón está encogido, apenas puedo moverme, pero alcanzo a ver como el mar se tiñe de rojo. Debo salir de aquí antes de que amanezca, no pueden relacionarme con esto.



Hace ya un rato que amaneció, es increíble que después de más de cuarenta años contemplando el espectáculo no acabe de acostumbrarme, cada amanecer tiene un matiz distinto, con el tiempo he aprendido a prestar atención a esos detalles para que la pesca no se haga tan monótona. Aquí posado frente al gran faro que se observa a los lejos he pasado más de quince horas al día durante muchos años para dar de comer a mi familia. Tanto utensilio de pesca, y al final lo más importante es la fuerza de voluntad, y la resistencia física. De un tiempo a esta parte no ha habido mucha bonanza en cuanto a pescado se refiere, comemos de vez en cuando, pero eso ha dejado de ser suficiente desde que mi hijo anunció su boda con la joven Ariadna. No hay dinero, es lo que hay. Algo ha picado, no parece gran cosa, con un tirón basta para capturarlo, al subirlo me doy cuenta de que tiene un extraño abultamiento. Lo abro con el cuchillo y se descubre, bajo las tripas, una joya, no sé qué valor tendrá, pero con que valga como su belleza, tengo para darnos de comer al menos dos semanas. Dejo mis cosas a fianza de un pescador que está a mi lado y voy corriendo camino al tasador. Esto podría pagar la boda de mi hija. A la altura de la puerta de la ciudad, con la prisa como consejera, acabo chocando con un chico, y con una rocambolesca pirueta la joya se desliza de mis manos para acabar metida en su ancho bolsón, parece que no se ha dado cuenta, así que me dispongo a recuperarlo cuando me advierte una voz desde ahí detrás: ''Ten cuidado, tiene sangre azul''.

2 comentarios:

Unknown dijo...

¿Que se supone que representa la piedra que todos codician?.
Nosé lo que será, sin embargo, yo también querría poseerla para que la mujer que está como un volcán venga a arrebatármela. ´¿Que mejor forma de perecer que de la mano de una mujer así?
Me encantan tus relatos churra, pero podrías hacerlos más largo y alargar la trama que se me hacen muy cortos.

Anónimo dijo...

Uhhhm....
Tío, estás cambiando tu modo de escribir. Eres más calculador, menos espontáneo, más... No sé.

Me gustan tus relatos, pero ahora mismo estoy un poco desorientada; Todos tus "un día en mi alejandría" no parecen tener mucha relación entre ellos :S Sin embargo los llamas igual. Tampoco sé el significado de esa preciada joya que todos desean hasta puntos insospechados...

A ver cómo se desenlaza esto.

PD: Y una vez más, ¡confía en tu musa! Escribirás, y te llegará. Sólo te tendrás que tomar un respiro.

Un besazo

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