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25 de septiembre de 2011

Sombrero y reverencia


"Esta noche el niño Godin volverá tarde a casa, su madre le mirará los dedos por miedo a que el nene fume a escondidas. No, señora Godin, su hijo se folla todo lo que pilla, tiene la pilila devorada por las bacterias... y se traga todas las pastillas que encuentra para olvidarse de usted. Los Domingos, cuando le obliga a bañarse para ir a la Iglesia, aprovecha para prostituirse con su entrenador de hockey. Pero, sobretodo no se preocupe, su hijo no fuma porque se asfixia..."
Léolo. Jean-Claude Lauzon


Nacer, ¿Qué haces aquí?, da igual aprovéchalo. Llora y patalea y expande esos pulmones con toda la fuerza que tengas. ¿Fuerza, qué es eso? A quién le importa, sacúdete, si te dan comida, come, si hay manchas y luces míralas y cuidado de no dejar de respirar sin darte cuenta. Todo el mundo te mira y tú te preguntas por qué lo hacen si tú no tienes apenas tiempo para reparar en todo un mundo nuevo. ¿Será que cuando pasa el tiempo se agotan las cosas nuevas por descubrir? Quizás sea que tú eres esa cosa nueva. Eres el centro de su mundo y para tienes la fórmula para sobrevivir, hacer que otros depositen su dependencia en ti mientras parece que tú dependes de ellos...pero ¡eh!, no vayas tan deprisa.

Crecer, estás inspirado y corres, corres en dirección contraria al viento porque no temes a nadie y no ves tu techo. Qué digo correr, ¡pedaleas!. Pedaleas con una bici oxidada y con la rueda de atrás pinchada mientras muchos te adelantan, pero a ti te da igual porque sabes que no te llegan a la punta de los talones y que cuando llegues a la próxima encruzijada verás sus cadáveres en descomposición y despeñados por exceso de velocidad. Intuyes que todo esto guarda una metáfora sobre la vida pero sigues pedaleando, no tienes tiempo de pensar. ¿Qué pasa? has aprendido a comer con tenedor, a hacer crucigramas, redactar, escribir cosas sobre una parte de ti como si fuesen dirigidas a otro, llevarte a esa chica borracha a la cama, y has cruzado a sabiendas los límites de ponerse ciego de lo que sea. Has leído poesía, abrazado a tu familia, sentido como te retumba el corazón entre gente sudorosa y unos altavoces de tamaño industrial, comprado un chucho, leído libros, te has sentido en la cima y en la suela de tus propias zapatillas. Tu cerebro te quiere y esconde todo lo que has sufrido, además de no permitirte salir en la oscuridad así como así. Sabes como vivir, pero cada vez te lo ponen más difícil. ¿Seguro que te lo ponen? ¿No te lo pones tú mismo?.

Reproducirse, no sabes qué tiene pero lo tiene. No sabes si quieres estallar junto a ella y empotrarla contra el armario o cuidarla por el resto de tus días. Pero, joder, la quieres. Y no quieres quererla. No quieres porque ese olor convierte a la bestia en un gatito y no acabas de ser tú cuando estás junto a ella, sabes que es algo químico: feromonas, neurotrasmisores, receptores. Te da igual pero te pone a cien y la quieres contigo, y pagas la frustración de no poder tenerla con las mujeres que sí te tratan bien. Amigo, tú y yo sabemos que rezas porque no exista el karma.

Morir, ¿Ya? ¿Es una broma?. Unos se pierden en las formas, otros en el contenido, pero todos se acaban perdiendo. No sé ni me importan las circunstancias de tu muerte, ya no te sirve de nada patalear, llorar, correr o ponerte hasta el culo de drogas (miento, esto puede ayudar), se acaban los días y tú estás ahí postrado. Has aprendido mucho y has vivido aún más, pero todo eso se fue. Quizás solo busques algo de tranquilidad tras toda esta tormenta, a lo mejor tienes espinas clavadas, seguramente te encantaría que alguien te enviase al más allá un DVD con los mejores momentos de tu funeral. Pero no hay tiempo para más, se me olvidó preguntarte si creías en Dios, este es un buen momento. Si crees estas de enhorabuena amigo, si no, quizás hayas dejado huella o puedas regocijarte unos últimos segundos con una agridulce vida de la que probablemente no te arrepientas demasiado (ya hablamos de que el cerebro recorta los peores momentos). En fin, quizás no debería haberte dicho que no fueses tan deprisa. Al fin y al cabo, si una vida es tan fugaz que se puede resumir en un texto (incluso en cuatro palabras), quizás deberías haber corrido tanto como estuviera en tus manos para no perderla de vista.




1 comentario:

Anónimo dijo...

Quizá.

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