Todo está bien. Continuas sensaciones de decepción al despertar de un sueño y volver a la realidad, y de no saber si estás perdiendo el tiempo, no son más que rutina en la mayoría de nosotros, pero me pregunto en qué momento se empezaron a concebir como algo normal.
Germina la semilla y es alimentada. El mundo es un lugar repleto, infinito, donde todo es posible y nada es explicable. Fuera hay personas, pero están lejos, muy lejos. No hay nada ni nadie que sea importante fuera de nuestro alcance, ni otro protagonista que nosotros mismos. Lo que llega es bien recibido. Hay gente que no sonríe, y eso es algo que no podemos entender, con tanto por ver. Tanto por tener.
A medida que se acaban los nutrientes, las raíces van extendiéndose más y más lejos para permitirnos sobrevivir. Conforme vamos alejándonos del principio, más nos perdemos. Sabemos cómo queremos actuar, pero no cómo debemos. Latidos, uñas, manos extendidas y risas se contraponen a premeditación, sangre fría, y calculadoras. Al final acabamos confundiendo lo que queremos hacer con lo que hacemos, y lo que hacemos con lo que queremos hacer.
En su camino, las raíces colisionan con raíces ajenas. Donde antes estábamos nosotros y nuestro mundo, ahora hay multitud de personas, personas con las que nos vemos obligados a estar, porque las necesitamos, o nos necesitan. Muchas de ellas carecen de ojos y de expresión, y solo cuentan con un montón de dientes afilados. Sin darnos cuenta hemos entrado en un mundo de competición y canibalismo. La sinceridad, o no existe, o se usa para hacer daño, y desgastar al oponente. Te preguntas por qué compites, por qué haces lo que haces. También te preguntas por qué dejaste de saber lo que querías. Mientras te preguntas esto, sigues compitiendo sin saber lo que quieres.
Las raíces no encuentran el camino. Estar perdido es, en cierto modo, como ser prisionero. Sabes que quieres un cambio, que quieres salir de donde quiera que estés. Pero no sabes a dónde quieres ir, hace ya un tiempo que lo olvidaste. Resistes, te obligas a sonreír, a hacer como si no estuvieses perdido. Estás convencido de que no hay temor si fingimos que no lo hay, pero cuanto más lo niegas más grande se hace.
Las raíces han ido tan lejos que no hay ni rastro de lo que un día fue semilla. Cierras el puño, te sientas, y aguantas la lluvia golpear sobre tus hombros. Te mentalizas, eres una roca, eres fuerte, puedes con todo. Sabes que no puedes. No sabes a dónde ir. Sabes que hay cosas que te gustan y cosas que no. No sabes si realmente te gustan o quieres que te gusten. Sabes cómo pasar el rato, divertirte, y reír. No sabes cómo acertar con la gente, o no quieres saberlo. Sabes que hay muchos caminos. No sabes cual tomar. No te importa en absoluto, porque todos te llevarán a seguir perdido. Sin embargo, siempre se ha dicho que lo importante no es la meta, sino el camino recorrido. Y para llegar a algún lado, hay que echar a andar.
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