Si tuviera un rato para charlar con el niño que fui, intentaría explicarle lo que he aprendido que es verdadero e importante en esta vida. Le animaría a aprovechar las oportunidades y ser valiente, a no dejarse vencer por el miedo e ir de frente, dirigiendo su energía hacia sus convicciones. Le enseñaría que está bien tener valores y defenderlos, por más que otros no lo hagan, tus principios serán de lo poco a lo que podrás aferrarte cuando tu mundo se tambalee. A luchar, no esconderse y entender que no hay fracasos, sino aprendizajes. Que los sueños no se cumplen, los cumples. Le mostraría que siempre hay una salida. Que puede conseguir lo que se proponga si tiene claro que él mismo es el recurso más valioso que tiene y tendrá, y la única persona con la que debe compararse. Que vale, que tiene talento. Que nada es más importante que proteger a los tuyos, y que si el cuerpo te lo pide, nunca está de más pedir perdón o decir ‘’te quiero’’.
Le avisaría que más le vale cuidarse la espalda y que los años pasan sin que nos demos cuenta, algo que nos sorprenderá durante toda nuestra vida. Que hay que guardar el respeto, algo muy difícil de construir que se derrumba con demasiada facilidad. Que tenemos que aprender de todo el mundo, hasta de nuestros enemigos. Que es inútil tener enemigos. El odio siempre resta, nunca suma. Que tenemos poco tiempo y es recomendable invertirlo en crecer como personas y no desperdiciarlo intentando hacer cambiar a los que no están preparados para cambiar. Que la inmensa mayoría de los problemas que tiene la gente están en su imaginación y conformarse porque otros se conforman es ser doblemente conformista. Le recalcaría la importancia de ser activo y coger los trenes que la vida te pone por delante, así se dará cuenta de que estará siempre en movimiento mientras el resto permanecen quietos. Le diría que la tristeza puede ser tan bella como la alegría, pero es peligroso sumergirse en ella. Que siga jugando, imaginando y cantando con todas sus fuerzas. Que si no miras a los ojos cuando hablas jamás tendrás una conversación de verdad. Que nunca crea a quienes digan que no hay motivos para reír y que el amor no existe, porque están paralizados por un terrible miedo a vivir. Que se enamore de las personas por lo que realmente son. Que, definitivamente, las posesiones materiales no te hacen feliz.
Le contaría que sigo tan confundido como lo estaba él, con la diferencia de haber comprendido que la vida es incertidumbre y para ser feliz hay que aprender a convivir con la confusión. Sin embargo, si le diese todas estas claves, probablemente su vida tomaría un rumbo muy distinto y sería una persona diferente. Una persona que no habría llegado a conocerte, lo cual sería un auténtico desastre. Si realmente tuviera una charla con ese niño que fui, lo que haría es darle un par de collejas y decirle que se lo pase bien, que la vida está para eso.
Te contaré un secreto: sé volar. Volé por primera vez hace muchos años, en el primer sueño que recuerdo en mi vida. Lo recuerdo después de tanto tiempo porque fue increíblemente real. Un sueño en el que poco a poco me despegaba de mi cama como si no existiese la gravedad y flotaba en círculos por una pequeña habitación azul durante una noche entera. Le cogí el gusto a volar, y el espectáculo se fue repitiendo durante muchas noches de mi vida en memorables sueños que eran puro subidón, libertad. Con los años, la habitación se me quedó pequeña y empecé a volar sobre ciudades y mares. Podrías decir que no es más que un sueño recurrente, que mucha gente los tiene, pero hay un sitio al que quiero llegar contándote esto. Anoche volví a soñar que volaba, pero esta vez no volaba solo. Volaba a mi lado una niña de ojos claros y pelo rizado, y yo era niño de nuevo. Éramos un par niños volando, y habría jurado que era real. Ese niño, que soñaba con volar y ahora sueña contigo, no para de decirme que tiene unas palabras para la niña con la que soñó anoche. Esa niña que se esconde detrás de la mujer que eres y que cuando se deja ver es para sacar el lado bueno de todas las cosas. El niño que hay en mí está deseando hablar con esa niña que llevas dentro, así que allá vamos.
Quiero ser tu Peter Pan. Enseñarte a volar, que creas en las hadas. Quiero entrar por tu ventana y que me cuentes un cuento diferente cada noche. Darte la mano y que me ayudes a llenar de estrellas todos esos trozos de oscuridad que hay en el cielo. Quiero que nos ventilemos de un plumazo a todos los demonios que intenten arrastrarnos hacia el suelo y ponernos los pies en la tierra, y a los piratas que quieran abordar nuestro barco. Quiero salvarte en las tempestades recordando las noches de junio y los días de octubre. Arroparte, y que nada malo pueda rozarte. Matar a los dragones que haga falta para rescatarte. Atarnos un millón de globos a la muñeca para elevarnos sobre todo lo que no merece la pena. Que mi sombra se pase la vida trepando por tus faldas. Que nos marquemos unos bailes cada noche sobre las nubes, tú con tus tacones y yo con mi vieja corbata roja.
Zambullirnos en nuestros besos nadando a contracorriente hacia ninguna parte mientras ignoramos los cantos de sirena. Sumergirme en ese pedacito de mar que tienes en los ojos y chapotear en medio del placer. Ir a lomos de tortugas gigantes en busca de tesoros enterrados en islas desiertas, sabiendo de sobra que no habrá tesoro comparable al que ya tenemos.
Caminar juntos por bosques, caminos y ciudades extrañas. Perseguir libélulas. Perdernos y parar a bebernos cuando tengamos sed. Adornarte el pelo con cascabeles, maquillando la vida hasta que parezca guapa. Que los girasoles se giren para saludarnos cuando pasamos, por la luz que desprendemos. Pintar en las paredes la libertad con los dedos. Que las mariposas de nuestro estómago se levanten continuamente proclamando la revolución del querer. Que nuestros vellos vivan de punta. Quedarnos hablando hasta las tantas de la madrugada y dormirnos exhaustos de tanto querernos. Que una manta cualquiera sea nuestro reino y cada marca de mordisco sea una corona. Saberme de memoria cada una de tus curvas y aun así querer volver a recorrerlas una y otra vez.
Hacer de la vida un juego en el que solo podamos ganarnos. Que perdernos vaya contra las reglas. Jugar con el fuego del otro y quemarnos a conciencia. Jugar a los enfermeros, a enfados que duren cinco minutos con tal de reconciliarnos, al pollito inglés, al quiéreme otra vez, al quien piense antes en el otro gana, a perseguirnos con el pilla-pilla y al escondite, para poder decir que nos encontramos todo los días en los que nos buscamos. Que montemos juntos en bicicleta y nos revolquemos por los pasillos que esconden nuestros perfumes. Arañarte un poco las cosquillas de vez en cuando, bajo mi responsabilidad. Columpiarnos sobre panales de abejas para sacarle toda la miel a la vida. Eternamente felices, libres.
Quiero que nuestra única bandera sea la alegría. Sembrar campos enteros de flores sobre los escombros que nos han dejado en el corazón. Dibujar un mundo mejor pintando risas de todos los colores. Colorear la vida y salirnos de la raya si nos da la gana. Que pedir permiso no tenga sentido entre nosotros. Que si aprendo a contar sea contando tus lunares, si aprendo a leer que sean tus besos y si aprendo a escribir que sea para escribirte cosas como esta. Que cada día sea la primera vez de algo y me preguntes si te quiero solo para escucharlo de nuevo. Decir tonterías, meter la pata, ser geniales.
Mejorarlo todo en la vida con ese toque de ''nosotros'' mientras formamos un ejército de recuerdos juntos. Mimarnos y consentirnos mutuamente. Darte besos milimétricos, con la precisión del que escribe un poema. Que me guste hasta la sal de tu sudor y mi sabor preferido sea el de las olivas que tienes en los ojos. Que te tumbes a mi lado para escuchar a Sabina las noches de lluvia. Llegar tarde a mil compromisos por habernos perdido brincando entre caricias. Que se nos olvide que la vida es corta y seguir sintiendo ese cosquilleo antes de verte cuando ya hayan pasado años. Imaginar nuestro futuro y recordar nuestro pasado. Hacer un hogar de cualquier lugar en el que estemos juntos. Que todas las dudas se conviertan en certezas y tenga sentido lo que nunca lo tuvo. Que el dolor se sienta extraño cuando esté cerca y la soledad se amotine para no volver nunca. Que no haya puntos que puedan cerrar nuestro signo de exclamación.
Que la vida contigo sea una gran aventura en la que todo es posible, y que si hay que esperar, que sea contigo. Despertarnos cada día con la ilusión que tienen los niños el seis de enero, y que la realidad supere siempre a los sueños que podamos tener. Tener fe, ser espontáneos por encima de todo y deshacernos de prejuicios absurdos. Saber que el mejor regalo que podemos darnos es imposible de envolver.
Dicen que los niños son felices, pero que el mundo se va haciendo un poco más gris con cada año que creces. Se alisan los rizos de la cabellera y se rizan los pensamientos, haciéndose a veces demasiado complejos. Tú, sin embargo, reviertes ese efecto en mí. Haces que cada día tenga más color, y hasta juraría que mi pelo se está poniendo más rizado desde que has aparecido. A pesar de haber estado nadando en mares de dudas, siempre he tenido clara mi respuesta cuando me han preguntado lo que quiero ser en la vida. Quería, quiero y querré ser feliz, y tengo clarísimo que contigo lo soy irremediablemente. Puedo decir, por tanto, que lo que quiero ser en la vida es contigo.
1 comentario:
que bonito alee!! jaja me recuerdas a mi!! dentro de nada te veo escribiendo esto a tu wendy:
Ven, cierra los ojos y empieza a soñar, imagina volar conmigo al pais de nunca jamás, donde los sueños son reales y los días sueños son, donde no habrá quien nos separe en nuestro cuento de amor. . .
Publicar un comentario