Ánima

Estoy cansado de personas que no pueden ver más allá de sus narices, que cuando miran a alguien a los ojos solo ven un color y no lo hacen para conocer a la persona a la que miran, ni para saber lo que piensa. Personas que no saben lo que es en realidad una sonrisa.





No soy independiente porque quiera, toda mi vida he estado solo y rara vez he recibido alguna clase de ayuda. Igual que muchos. Decía Nietzsche que tras cada idea o pensamiento se escondía un deseo o un temor inconfesado (aunque esto no lo aplicó a sí mismo, curioso). Freud basaba su teoría en una esfera más oscura, el subconsciente. Sueños.





Era muy tarde en la noche, tan tarde que soñaba. Hace semanas, no recuerdo cuantas. El sueño me había llevado a estar en medio de una tormenta, perdido junto a una chica (que es una de las personas con las que más tiempo he pasado este año), ante nosotros un río enorme que había que cruzar para volver a casa. A mí me daba igual volver, nunca he tenido algo a lo que considerar de verdad hogar, pero era mi responsabilidad guiarla a ella, ya que por algún motivo estábamos allí los dos. El gran problema es que a través del agua se observaban sombras gigantescas. Eran bestias marinas, uno de los temores que más me han aterrado siempre, lo desconocido. La agarré de la mano y tiré de ella intentando no pensar en el peligro ni en que estaba caminando sobre el agua. Solo quería protegerla. Una vez cruzamos el río, todo se volvió de un tono azulado y avanzamos unas cuantas calles hasta llegar a una fábrica ruinosa y aparentemente abandonada que me resultaba muy familiar. En mi afán por cuidarla, pasé a agarrarla de la cintura, para que no se hundiese en ningún charco y se perdiese. El contacto provocó el beso, no se si la besé yo a ella o ella a mí, creo recordar que durante un instante me desperté, pero me volví a dormir para seguir soñando. Un beso bajo la lluvia en el centro de una plaza desierta junto a una fábrica abandonada. Bondad, eso sentí y con ese sentimiento me desperté. Esa chica tiene novio, en el sueño no nos importaba, y nos veíamos a escondidas. Me desperté, no vi el final, pero ya me lo imagino...el mismo de siempre.





Un par de días después me paró en las escaleras para contarme sus preocupaciones y problemas, a mi me encanta escuchar a las personas, así que la miraba a los ojos y le contaba que yo también había estado mal por eso, que todo terminaría pronto, pero mientras tanto no podía evitar pensar en la casualidad... Personas que hablan con el corazón, eso significaba el sueño, que no se conforman con encajar en el mundo. Curiosamente quiere ser enfermera. Pero ojo, no me gustaba, simplemente era la perfecta alegoría de lo que necesitaba en mi vida.





La ciencia explica la naturaleza y la naturaleza explica a la ciencia. Pero, ¿quién me explica por qué siento un dolor y me corre más rápido la sangre por las venas cuando pienso en el amor?, sistema endocrino, sistema nervioso, ya lo descubriré... Pero llegados a este punto me veo obligado a plantearme la existencia de un alma, algo abstracto que regule la relación del yo y las cosas.





El otro día vi a la luna más bella que nunca, cubierta de nubes negras, elegante y majestuosa.





¿Lo que me gustaría? me gustaría encontrarme pronto frente al mar, abrir los brazos y empezar a desangrarme muy lentamente, viendo como todo lo que he sentido se escapa junto al saturado olor de la sangre y sintiendo como la paz llega al fin. Que de mí solo queden cenizas y las recoja alguna muchacha, que sitúe la urna con mis restos junto a su cama, y cada vez que llore guarde en ella sus lágrimas. Estar allí cuando fracase y cuando triunfe, cuando se case y cuando muera su padre, y beber de sus lágrimas. Y que cuando sea ya anciana y esté cerca su hora, le pregunte su nieto:


-Abuela, ¿qué guardas ahí como si fuese tu tesoro?


-Un ánima atormentada, de un hombre que tanto se esforzó en combatir contra la oscuridad, que cuando llegó la luz no tuvo ya fuerzas para seguir viviendo y se entregó al sol. Lo tengo aquí para que me recuerde cómo no debo vivir, y evitar sus errores.




Los sentimientos no se mueren. Los matan.