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18 de septiembre de 2009

12- Se marcharán las estrellas











16- El bloc de notas


Doscientos setenta y uno, doscientos setenta y dos, doscientos setenta y tres, doscientos setenta y cuatro... Ojeras, labios secos, hambre, sed, y sueño. No quiero comer ni dormir, no le veo sentido ya. Ahora lo único que existe en mi vida es el silencio y la observación. Ni a mi familia le hablo, y ya han desistido de intentar arrancarme una sonrisa. Este verano es el precio que debo pagar por todo lo que he hecho mal. Desde las 4:12 de la mañana, que empecé la cuenta, he contado 274 estrellas, me he entretenido 27 veces mirando el brillo de la luna y he sentido dolores 48 veces en el pecho, piernas, y cuello. Eso significa que no deben quedar muchos minutos para que, un día más, vea como amanece. Al principio era lo que me mantenía alegre, pero no puedo retener esa sensación, el amanecer es efímero como mi inconsciente felicidad. A duras penas sostengo en mis manos un viejo bloc de notas que conservo desde los doce años. En las primeras páginas hay dibujos de mi y de mis amigos del colegio, en posteriores páginas la fantasía se torna en lamento. Dibujos de estrellas y del desaparecido Simba, fragmentos de canciones, la mitad de un papel arrugado pegado en una de las hojas, y textos en los que me desahogo. Ya que no hablo con nadie, es importante tener un medio para esto.



El muro de esta azotea sigue igual de blanco que siempre, ya he calculado miles de veces las consecuencias de saltar desde ahí al patio de la planta baja. Una opción es que salga gravemente herido, gracias a lo cual recibiría por fin algo de cariño, otra opción es la muerte. En muchas ocasiones he apoyado mi talón en el muro, con lo cual solo debía apoyar el otro para caer al vacío en cuestión de dos segundos. Sin embargo nunca di el segundo paso. Supongo que no estoy hecho para esas cosas, mi yo futuro jamás me lo perdonaría. Espero encontrar alguna motivación en el bachillerato que me despeje para siempre esas ideas de la mente. Oh, el cielo ya se tiñe de rojo, es hora de dejar de pensar...


14- Sueños blancos

Suenan campanas desde algún campanario alejado de aquí, seguramente solo existan en mi cabeza. Por alguna razón que desconozco me hallo situado en la calle paralela a mi antiguo colegio, pero hay diferencias. Lo que antes eran afilados bordes de la acera ahora se han redondeado y todo es inofensivo, no creo que haya nada en este mundo que me pueda hacer daño, lo que me permite ir a mi ritmo sin preocuparme. La diferencia más notable reside en una especie de marco blanco que recubre toda la zona, todo es más blanco y brillante. Seguro que nunca olvidaré mi paso por este mundo suave y difuminado.




Entre tanta blancura se observa con claridad una silueta subida en lo alto de un montículo de los laterales del colegio. Sin respetar mi propio ritmo me veo de repente a su lado, como por arte de magia. Su cara es más blanca que nunca, pero con color suficiente como para que no pueda existir nada más delicado, y como siempre, se resaltan las pecas entre su piel. Habla: ¿Qué haces aquí, Ale?-, contesto: Acompaño a mi hermana- supe mientras lo decía. Sigue hablando y hablando, yo solo veo una boca abriéndose y cerrándose. Usando la visión periférica puedo comprobar que de buenas a primeras el mundo se había reducido a aquel metro cuadrado en el que nos situamos, el resto había desparecido. Creí que no volvería a verte- digo. Debe haberte atormentado esa idea, ya que nunca pudiste despedirte de mí, ¿no es así?- responde, me pregunto como sabrá lo que pienso. El espacio que nos rodeaba se hace cada vez más pequeño y de buenas a primeras encuentro que mis labios están junto a los suyos. No sé cómo ha pasado, ni quién se ha acercado, pero el tiempo se ha parado y todo se ha vuelto más blanco. Esto es lo que llevo esperando toda mi vida, es como si estuviera soñando. Sus manos están cogidas de las mías y son suaves, más que el invierno. ''No me volveré a separar de ti, solo tienes que mirar al cielo'', me susurró. Todo se vuelve de pronto blanco y desaparece todo lo que tenía. Ahora solo soy un solitario chico tumbado en su cama al que le late demasiado deprisa el corazón y se mira estupefacto la mano, como si hubiera visto el mayor milagro del mundo.




12- Cómo construir una sonrisa



Y ahí están los dos niños, Ale y Lorena, a la salida del gimnasio y después de hacer educación física. Ella con un chándal lila y él con uno negro y blanco. Cuando se quedaron solos se produjo una singular conversación que quedaría marcada en alguna memoria:



L: Oye, ¿tú tienes pareja para el baile?

A: No.

L: Pues ya está, tú conmigo.

A: Vale.

L: Pues hala, ¡hasta luego!


El chico esperó a que la chica se fuese para emitir un sonoro ''¡Toma ya, soy una máquina!''. Cosas de niños. El día del baile terminó de bailar con ella la primera pieza y le dejó a otros los siguientes mientras se sentaba en medio de la pista con Chema, al fin y al cabo ya había cumplido su objetivo de sacar a bailar a la dama, y así lo reflejaba su sonrisa.


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2 comentarios:

Ramón dijo...

Me alegra saber una parte más de ti. Por supuesto, es algo agridulce, ya que el los sueños blancos es sobrecojedor, y dan ganas de maldecir al destino (aquel que no existe, precisamente).

Y el bloc de notas se lee demasiado ligero, para lo pesado que es de llevar en la espalda. Demasiado.

Por lo menos, el ultimo me hizo sonreir de verdad. Gran titulo, felicidades.

Ana dijo...

Pues me ha robado una sonrisa. A propósito, buscando imágenes de mariposas he ido a parar a tu blog, he cogido 'prestada' la foto, la tengo colgada en mi muro de face, gracias!!

Un abrazo

Ana

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