Archivo del blog
10 de octubre de 2009
La ventana de mis sueños.
Autor: Ramón.
Todo empezó un recreo. Un maldito recreo en el mundo de mi subconsciente. La tarde pintaba gris. Por alguna extraña razón (como muchas otras cosas) la tarde estaba avanzada, y muy densa. Sin embargo seguía en el recreo. Todo tenía unos tonos otoñales apagados. Unas hojas de un verde oscuro medio borrado. Un cielo anaranjado que pedía un soplo de viento. Un cesped aburrido y sin vida.
Y lo más importante. Una sensación de ahogo. Todo avanzaba a una increible velocidad, casi mareante. Las personas a mi alrededor tenían bien claro su destino, mientras pasaban a mi lado una y otra vez. Yo apenas los miraba, tenía preocupaciones mas importantes que ellos (¿o acaso eran las mismas?). Casi inconscientemente, siempre tuve un contador sobre mi. Un contrarreloj, que se agotaba rápidamente. Situado en todo momento en mi visión.
Entonces una inmensa sensación de asfixia me invadió los pulmones, y me lancé a correr. Ya no estaba en aquel lugubre escenario, sino en las escaleras de lo que supuse mi portal. Evidentemente, mi piso era el último. Estaba aterrorizado. No sabría explicar porque, pero sabía que toda mi vida llegaría a su fin ese mismo día. En el preciso instante que llegase el cero. Ya no había nada que hacer. Ya no valían sueños sin cumplir. Ya no. Todo me parecía tan volátil... Si no queda nada por soñar, ya no somos personas. Pasamos a ser reos esperando su final. Y yo agonizaba el mio. Subía y subía más rapidamente las escaleras, como si me fuese la vida en ello. Se me comprimía el pecho; no podía respirar. Solo seguía y seguía subiendo escaleras. El cronometro avanzaba inexorablemente, el cual miraba de reojo con pánico.
Fue entoncés cuando llego la luz a mi pensamiento. Abrí la puerta, y solo ví una cosa: la ventana. Estaba abierta de par en par, y veía la noche silenciosa de fondo. La cuenta atrás se había desvanecido, y yo ya sabía que debía hacer. Me seguía ahogando, y eso debía parar. Tenía que pararlo yo mismo. Ignorando el resto de objetos de la habitación, mi mundo se redujo a aquella ventana y yo. Ya no me apretaba el corazón con la mano bien fuerte. Tenía miedo, pero estaba más sereno.
Sin pensarlo dos veces, saqué las piernas por la ventana una a una, y me apollé lo poco que podía con los talones en el borde de la ventana por fuera mientras me agarraba con las manos hacia atrás. Obrservé la noche largo rato. Como si me despidiera de ella. Se había hecho bien de noche. Una gran sombra oscurecía los edificios de enfrente, y varias filas de coches llenaban el asfalto. Todo inerte. Casi todo. Había algo en esa noche distinto, había movimiento. Unos cuantos niños estaban jugando, riendo, corriendo... Lo típico. Yo lo vi, y lo primero que pensé fue: que pena que vayan a presenciar lo que van a ver.
No había vuelta atrás. Aunque aquella situación me apenaba, no me iba a detener. Sus risas amenizarán mi último suspiro. O eso creí, cuando entró una figura en mi habitación. Lo que me temía, venía a abortar mis planes. Una voz fría y mecánica, masculina, hablaba desde el fondo.
- No lo hagas. Quedate aquí.
- ¿Quién eres tú para juzgarme? No sabes nada de mi - dije enfurecido.
- No lo hagas. ¿Porqué no lo hablamos tranquilamente?
Ya me había cabreado. Me di media vuelta, y volví a la habitación. Pensaba descargar mi ira sobre él. Pero cuando me volteé, algo me sorprendió. Aquello no era del todo normal, algo fallaba. Se trataba de un hombre, de 20 pocos años, con el torso desnudo y bien definido. Tenía una piel de tono tostado, pero no demasiado. Sus ojos me miraban, pero parecía mirar detrás de mi. Odié aquella fría mirada vacía. Mantenía una pose casi cuadrática, robótica diría yo. Y finalmente, unos pantalones largos y negros. El rostro impasible no parecía reflejar ninguna emoción.
- ¿Quién eres tú, y por qué me interrumpes? No puedes hacer nada para evitarlo.
- Lo que vas a hacer es una tontería, detente. No sabes nada... - dijo él con una voz casi artificial. Estaba ya dudando de la naturaleza de su ser, de que fuera una máquina. Si no, no podría explicar su asquerosa lógica, y su eco metálico en su voz.
- ¡Dejame en paz! ¡Te odio!
- Jeje, estupido. Apenas sabes de todo lo que hablas. Aquello que ibas a hacer era una tontería. Detente en tus planes.
No recuerdo muy bien el resto de la conversación. Pero si recuerdo muy bien algo. Él no callaba nunca. Siempre con su lógica, no paraba. Era agobiante. Deseaba que se fuera, que desapareciera. Me desquiziaba. La conversación no llegaba a ninguna parte, parecía metida en un bucle. Ya apenas existían los niños, sus risas, o la propia ventana. Ya solo existíamos nosotros 2, discutiendo. Yo chillándole, y el impasivo replicando. No lo soportaba más.
- ¡¿Qué demonios tengo que hacer para detenerte?! ¡¡Para de una vez!! - Entonces aquel hombre-robot se detuvo un segundo. Levantó su mano, me señaló directamente, y dijo muy tranquilamente:
- Solo tú lo sabes. Nadie más podría. Sólo tú sabes cómo detenerme.
Aquellas palabras chocarón contra mí fuertemente. Debía detenerlo como fuera. El corazón me latía a mil, mi respiración se entrecortaba. No sabía que hacer.
- La clave está en ti.
Entonces mi cuerpo se aceleró. Él seguía hablando, y hablando. En mi, en mi, en mi... . Fue entonces cuando reaccioné en un segundo. y todo se aclaro en ese mismo instante.
...
Me avalancé sobre él, y le besé.
Ramón.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Actualmente hay
entradas y comentarios que valen en este blog.
1 comentario:
1. Engendros del cielo
2. Lo invencible
3. Irresponsable y confuso (pequeño inciso)
4. El charco, la farola, y su muerte
5. La piel y los huesos:
...Una vez asumido que estoy montado en un ascensor transparente al lado de un muerto uqe ha vuelto para entrevistar mi vida en sueños, hasta echo de menos la habitación con los espejos. Si observo con cuidado el paisaje que queda bajo este ascensor que se conduce, presumiblemente, al cielo puedo reconocer rostros familiares. Un amigo muestra una increíble cara de serenidad mientras saca lentamente su cuerpo fuera de una ventana de cierto edificio cercano. Detrás suya hay un hombre que parece aguardar algo, espero que sepa ayudarle como yo no pude. Mirando más abajo, puedo ver una pareja tumbada en el césped de un parque, son Andr...
-----------------------------
Cuando me lo contaste la primera vez me lo imaginé más luminoso, te felicito por la narración. Los sueños respresentan lo que queremos en el fondo de nuestro ser. Yo espero que los míos se cumplan algún día, pero claro, en la realidad no tengo la capacidad de volver atrás para tener otro intento. Un abrazo!
Publicar un comentario