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6 de mayo de 2011

Ciclos

La armonía y seguridad de un gran plan dura lo que tardamos en intentar ponerlo en práctica. A medida que avanzamos vamos resignándonos a asumir que las grandes cosas vienen cuando no las buscamos, y que detrás de cada gran cosa hay al menos una decadente. Y luego se apaga la luz, olvidamos quién somos, nos preguntamos qué falla y en qué debemos cambiar. Por último llega el momento en que caemos en la cuenta de que somos como somos, guste o no, y que estamos orgullosos de ser lo que nos sale, de dejarnos llevar. Y vuelve a empezar el ciclo.

Es mucho más fácil engancharse a algo que sacarlo de nuestra vida. Nos sumergimos ante el más mínimo atisbo de luz en busca de alguna dosis de cambio, nos implicamos en la causa y entregamos todo lo que nos atrevemos. El pecho brinca acelerado y somos capaces de volar. Un buen día despertamos y todo ha dejado de tener tanta importancia, para todos menos para nosotros, sentimos que nos hemos quedado atrás y hacemos nuestro propio luto. El pecho se llena de alquitrán y pesa, y nos arrastra con él. Todo alrededor se mantiene indiferente hasta que algo nos vuelve a rescatar, volvemos a sentirnos cómodos con la vida y la vida nos lo agradece. Livianos. Dos párrafos para decir lo mismo con distintas palabras, y para llegar a la conclusión de que los mejores momentos son en los que no titubeamos ante la vida, y estamos seguros de nosotros mismos, y que quizás no todo lo que nos pasa es por culpa del resto. Si no dudas de lo que eres no habrá mil dudas que importen más. Parece absurdo decir todo esto, pero es que no siempre es tan fácil ser tú mismo sin que intenten impedírtelo.

Y pensar que todo es tan simple que un par de sonrisas compenetradas disipan todos los problemas que existen... Benditos momentos.




3 comentarios:

Unknown dijo...

A pecho descubierto y con las alas rotas me entregué al infierno. A medida que descendía de los cielos y me hundía en la oscuridad, me daba cuenta de lo poco que echaría de menos. Nunca tuve el calor de las ninfas celestiales que me inspiraban, nunca la cordura suficiente para palpar conversaciones ajenas, nunca el poder de redimir lo que soy en post de lo que buscan los demás.

Porque a veces, debes de saber amigo, que me gustas tal y como eres, que es preferible quemarse un poquito en el infierno, a vivir coartado en el cielo. Sonriamos juntos durante muchos años

Ale dijo...

brillante comentario, me ha sorprendido, gracias

Anónimo dijo...

Benditos, benditos momentos. Me ha gustado. Un saludo

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