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2 de julio de 2009

El gato del tejado

Es muy tarde, tan tarde que la mirada de aquellos que juegan al vivir se extinguió hace ya horas a la espera de resucitar con la primera llamarada de luz que atraviese la cristalera. Estoy aquí parado junto a un gato negro al que he seguido a este tejado, viene aquí cada noche. Una suave ráfaga de viento mece las prendas tendidas y los insectos salen de sus escondites para rendir tributo a las estrellas. Por encima de todo esto hay cielo, estrellas, luna, y negras nubes. Por encima de eso puede estar Dios, o puede no estarlo. Si seguimos subiendo volveremos de nuevo al principio, no hay tiempo en la vida humana para aspirar a tanto. Una luz verde pálida es lo único que se puede apreciar de mi existencia, quién sabe para qué existo ni qué debo hacer, por el momento me dedico a observar pacientemente hasta descubrir el desenlace, presumiblemente decepcionante, de todo esto.

Calle abajo hay aún personas despiertas. Un estudiante que celebra haber cumplido sus aspiraciones alzando una copa en la que se refleja la lúgubre luz de una antigua lámpara. Un anciano que estrena sus mocasines bailando al son de la música de un pianista de sonrisa apagada que sabe que alguien le espera en algún lugar del mundo. Un ejecutivo que fuma un puro mientras contempla con suficiencia todo lo que ha conseguido. Dos personas que hacen el amor en una acogedora cama y se besan con dulzura y suavidad. Una mujer madura que sonríe mientras mira un viejo álbum de fotos.

Sin embargo, desde el tejado al que he llegado solo se divisa una pequeña habitación, y dentro de ella alguien que quisiera ser cualquiera de esas personas, para tener un motivo. Un joven (aunque si llamamos joven a la persona a la que le queda una larga vida por delante se podría dudar de esta afirmación) que, con los ojos enrojecidos, los brazos cruzados y una eterna cara de preocupación está tumbado y mirando al techo. Sus pupilas, ya cansadas de ver, intentan mantener la actividad centelleando y desplazándose en varias direcciones. Está despeinado y solo la parpadeante luz de una pantalla alumbra su rostro. Su sonrisa no existe en estos momentos, ni su mueca de tristeza. Solo esa cara de estúpida preocupación, y quizás de impotencia.

Soy un ángel. O quizás solo soy una luz que se posa junto a un gato negro y embobados miramos estúpidos rostros de preocupación, sin hacer nada. Rostros de preocupación que se han forjado a base de pequeñas preocupaciones que han crecido demasiado sin sentido y sin explicación lógica. Recuerdo, dando por hecho por tanto que tengo capacidad de recordar, las mañanas del ecuador de su infancia, en las que (cansado de ser una carga para todos de los que quería su amistad) se dedicaba a hablarles a las motas de polvo que se apreciaban en los alrededores de su ventana debido a la luz, creyendo que eran hados y estaban ahí para sacarle de la soledad. También recuerdo como le hicieron creer en su infancia que el agua del mar curaba todos los males que pudiesen existir, a lo que él respondía con animadas danzas en su orilla, como agradecimiento. O saltar en los charcos de una tarde gris y lluviosa. O aquella noche en que creyó ver un ovni en la noche y nadie le creyó, pero él sonreía porque sabía que lo había visto. Tardes sentado en un salón y esperando a que pasase algo. Nuevas ilusiones que surgían cada mañana y se apagaban cada noche. Antiguos dolores que cicatrizaban con la rapidez con la que una golondrina bate sus alas. Un día a la sombra de un naranjo buscando formas extravagantes en las nubes.

Con la mirada siempre atenta, actualmente se dedica a aguardar. Aguarda a que vuelvan a intentar atacarle, para atacar el primero de forma implacable. El problema aparece cuando baja las defensas al encontrar a una persona en la que confíe y a la que crea, si en ese caso esa persona resultase una decepción, el dolor sería mucho mayor, una mano de hierro que atravesaría su cuerpo absorbiendo sus energías y desolando sus esperanzas. Aun así aún confía, con la esperanza de encontrar a alguien que signifique una razón para seguir. Tolera su dolor, lo canaliza y lo comprende, también en ocasiones lo menosprecia. Desde aquí se puede observar un pequeño fragmento de un texto que aparece escrito en la pantalla que parpadea a su lado e ilumina su rostro, concluiré citándolo:

…...¿Y no sería desgraciadamente egoísta si por estas razones decidiese coger la cuchilla que tengo a mi lado y deslizarla por las venas de mi mano izquierda?

Antes de hacerlo tendría que plantearme si tengo más motivos que un adolescente que tiene que dejarlo todo y trabajar durante horas explotado y maltratado por todos por estar solo en el mundo para conseguir estudiar y labrarse con un esfuerzo extraordinariamente superior al resto un futuro en el mundo de lobos en que vivimos. También debería pensar si soy más desgraciado que una persona que se queda sola cuando está llegando al ocaso de su vida y no tiene apenas motivaciones para seguir viviendo, o un músico que malvive muy lejos de su familia por haberse visto obligado a separarse de ellos y no tiene a nadie que le diga que todo irá bien. También podría imaginar un hombre que gastada ya gran parte de su vida y habiendo conseguido todas las cosas materiales se da cuenta una buena noche del vacío de su corazón, y de que no ha hecho nada que de verdad valga la pena, y rara vez ha ayudado a alguien, y esta solo con su dinero. No estaría de más mirar desde la perspectiva de dos personas que se han amado durante años, y hasta llegaron a formar una familia, pero un día le diagnosticaron cáncer a la mujer, que no duraría mucho más. Y la madre cuya hija fue asesinada a palos en un descampado una trágica noche, y no pudo ver nunca más un amanecer.

Si el estudiante consigue sobreponerse a las dificultades, el anciano descubre su felicidad en el baile, el pianista mantiene la esperanza en ver a su familia y sigue tocando, el ejecutivo decide empezar una nueva vida mientras mira las estrellas, la pareja disfruta del resto de sus días amándose con locura y la madre decide seguir adelante. Si todos ellos salieron adelante… ¿quién soy yo, o cualquiera, para suicidarme? Sería lo más absurdo, e injusto con ellos.

Frente a la pérdida de mis sueños, mi soledad y mis penas apareció ella. Quizás yo no sea más que Leólo, y ella sea la imaginaria Bianca que canta desde el fondo de mi armario y es la razón de mi existencia aunque sea una mentira. Quizás esté tirándome a un pozo sin fondo en el que solo encuentre dolor y espinas, pero quiero tirarme, merece la pena, si la acabo encontrando…


‘’A ti, la dama, la audaz melancolía, que con grito
solitario hiendes mis carnes
ofreciéndolas al tedio, tú que atormentas mis
noches cuando no sé qué camino de
mi vida tomar. Te he pagado cien veces mi
deuda. De las brasas del ensueño solo
me quedan las cenizas de una sombra de
la mentira que tú misma me habías
obligado a huir y la blanca plenitud no
era como el viejo interludio y sí una
morena de blancos tobillos que me
clavó la pena de un pecho punzante en que creí
y que no me dejó más que el
remordimiento de haber visto nacer la luz sobre mi soledad. E iré a
descansar, con la cabeza entre dos palabras, en el valle de los avasallados.’’

5 comentarios:

berenguela dijo...

Alex.. creo que empiezas a saber lo que quieres, te concedes la oportunidad de vivir de acuerdo a tus valores, a tus principios, me alegra saberlo y que hayas encontrado esa persona que sintoniza contigo, eres valiente!admiro tu valor para enfrentarte a pesar de las dificultades y seguir adelante.
(me ha encantado tu entrada 'pídeme', creo que a toda chica le gustaría ecuchar esas palabras ), un abrazo, no te rindas nunca!

Unknown dijo...

Es hermoso y completo tu forma de expresarte, tu manera de sentir y de ver las cosas.
Canalizas tus sentimientos y los plasmas de una forma increible en un pedacito de la web que para muchos tiene una excepcional calidad literaria.
Espero que consigas todo lo que desees, espero que todo vaya bien pero quizás tu meta deba cambiar quizás deberías platearte otras opciones, otras formas de aceptar la realidad.
Espero pronto tu respuesta por tuenti acerca de que tal te va todo.
El 17 vas a conseguir lo que quieres y sino, no te rindas sigue intentandolo, el cobarde es aquel que se rinde o que no para de quejarse.
Sino, siempre te puedes dedicar a la escritura, yo te compraria los libros...
Un abrazo y de nuevo enhorawena por el pedacito de alma con el que estas y que quizás sea el que te falte para ser feliz.

Ramón dijo...

Desde el tejado puedes ver al muchacho, que no tiene un motivo, o puedes alzar la vista a las estrellas. Tu decides. Además, hasta el miedo puede ser una razón de ser.

Viste un ovni... desde la perspectiva del niño debió ser genial.

Confía, tolera, canaliza, comprende.

De veras todos ellos salieron adelante...?Lo hicieran o no, y aunque esten vivos o no, sigue siendo injusto con ellos. No se porque.

Sé lo que quieras. Pero por favor, no acabes entre hielos.

kazzo dijo...

muy buen blog me gusto tienes buenas cosas en el sigue asi =)

Anónimo dijo...

Me he sentido identificada en muchas ocasiones.

...Me hiciste llorar. Un beso

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