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27 de octubre de 2009

...

(Suspiro)

- Que bien, justo lo que me faltaba.

- Has sido muy valiente.

- No creas, había un guardia.

- No importa. Estoy orgulloso.

- Pensé que así me liberaría, pero no ha cambiado nada (excepto que ahora sé que está realmente loco).

- No comprendes la cuestión.

- No hay nada que comprender, esa es la cuestión, ¿verdad?

- No me vengas con basura existencial, espero algo más de ti. La cuestión esta delante de tus narices.

- Bueno, lo siento pero no la veo.

- ... ni siquiera estas agradecido.

- ¿Agradecido?, ¿Por la peor experiencia de mi vida?

- Te agarras a tu sufrimiento como si significase algo, como si mereciera la pena. Pero no merece la pena. Olvidalo.

Las posibilidades son infinitas y tu solo te lamentas.

- ¿Y que es lo que tengo que hacer...?

- Tu que crees... ¡Puedes hacer lo que quieras, estás vivo!, ¿Qué es un poco de sufrimiento comparado con eso?

(Intentando asimilar)

- ... no puede ser tan simple...

- ¿Y si lo es...?


Semiautor: Ramón.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Si no tuvise pequeños momentos, si no me diese cuenta a veces de que es mejor estar vivo que estar muerto, sino supiera que el hecho de que se me venga el mundo encima también le da musculatura a mi espalda...sino supiese todas esas cosas me hubiese quitado del medio hace mucho.
Que placer es sentir el dolor que tanto nos duele que tanto nos mata, que tanto nos dura.
Que dicha vomitar la cordura en una alfombra sonrosada, llena de manchas rasgadas de palabras mudas.
Que bello, que horrible es vivir.

Ale dijo...

"Muchas personas se pierden las pequeñas alegrías mientras aguardan la gran felicidad" (Pearl S. Buck)

La muerte como final de tiempo que se vive sólo puede causar pavor a quien no sabe llenar el tiempo que le es dado a vivir. Víktor Frankl. Médico psiquiatra austríaco.

Estoy contigo, y no siento deseo
de cosechar el tiempo fugitivo,
ni deshojar la rosa caediza,
ni de hacer cábalas con días venideros.
No hay futuro contigo, ni pasado,
no tengo prisa, ni miedo ni esperanza,
estar contigo y ser dios es todo uno.
Vivir, un siempre eterno todavía.

Me iré, lo sé: ni busco ni rehúyo
dejar de ser, y cuando tenga
que abandonar esta sala de candelas de oro,
saldré como el comensal ahíto
que se marcha de un banquete tras los postres.

Y no me engaño recolectando días,
boniatos, edades, ajos, mocedades, zanahorias.
Mientras hablamos, sé muy bien
que habrá huido el tiempo, el muy cabrito.
Pues no me da la gana perseguirlo.

Gabriel Laguna Mariscal

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