No deberías haberme mirado directamente a los ojos. Has cometido un gran error. Ahora sé que me mientes. Ahora puedo leer tus intenciones. Un brote de luz verde sale de mis manos. Las junto y sonrío, de nuevo con autosuficiencia. Tu intención es mover los dedos al ritmo que controlas un absurdo baile del que, por cierto, yo soy el protagonista. Pero, ¿qué será de mí cuando acabes con el espectáculo y prefieras jugar a otra cosa?. No. La luna ya me advirtió que tuviera cuidado con mis pasos. No vas a engañarme, he aprendido de todo lo que me ha pasado en estos meses. Esto no significa que no te vaya a recibir con una sonrisa, sería imposible para mí no hacerlo, pero tendré cuidado. Si tú quieres te doy todo lo que tengo, tú decides.
Se escucha un estruendoso ajetreo del viento detrás de mí. Ha subido la temperatura y los sudores fríos recorren mi nuca. Abro la mano para que se pose en ella un hada, a la que le guiño un ojo, y me doy media vuelta. Ante mí se alza un gigantesco dragón rojo al que temo mirar y solo le dedico una mirada de reojo, tengo miedo de la ternura que me despierta. A su lado un ángel se postra magestuoso mirando al cielo y señalando algo. Ya lo sé, se acerca la hora.
1 comentario:
Cuanta determinacion!! Da envidia y todo...
Ojalá no se quede en nada. Que aprendan! (¿o que aprendas?)
Publicar un comentario