Buenas noches. Estaba yo tirado en la cama, pensando en ideas. En cómo se desarrollan, en cómo nacen o incluso si mueren. Y en ese mismo momento, di a luz una.
Mucho
menos relevante que el manual de un mando de televisión o los ingredientes de
tu champú. Tampoco creo que pueda
llamarla mía, pero me gusta juguetear con ellas. Primero creérmelas, luego
exponerlas, cuestionarlas, rebatirlas, recuestionarlas, aceptarlas de nuevo…
Acabando como un amasijo de mierda y chicle azul y rosa del que no se entiende
nada, el cual me trago como si de alimento regurgitado por mi golondrina madre
se tratase y, por fin, llamarla mía. Y con más miedo a que me llame por
teléfono Ramoncín que la prota de The ring.
La
relación de un amigo es extraña. Sobre todo si la intentas separar de un “mejor
amigo”. Es un terreno fangoso e
incierto. Avanzo con miedo de tropezar u ofender. La falta de experiencia me hace torpe e
inseguro. Se supone que es un estatus superior a amigo: su siguiente nivel.
¿Pero cuándo llegas a esa línea? Creo que… no lo sé.
Conoces
a alguien. Qué digo alguien, cientos de alguienes. Y es increíblemente fácil no
encajar con alguno. Una persona es infinitamente compleja, llena de matices,
formas, ideas y colores. Siendo así, es demasiado fácil que una te contraríe lo
suficiente como para que ya seáis incompatibles. La amistad no será posible.
Puede que en vez de una clave sean 200 toques de atención. Pero admitamos que
es fácil. Si lo que buscas es un colega o un compañero, obviamos su lado
antagónico y trabajamos la cara que nos cae bien. Si se deja ver, será un
estupendo compañero (o lo serás tú). Si se muestra reacio y una ráfaga de
personalidad te bofetea sin piedad, tuviste mala puntería. Habrá o que buscar a
otro o reajustar los requisitos.
Pero la
estadística está ahí para joder, qué si no. De entre todas esas personas a
examinar, un día te encuentras con un buen compañero. Excelente, incluso. Pero
no sabes algo. Su cara oculta tarda en salir. Sospechas. Te impacientas o te
apresuras. Si en este paso aun no salió huyendo, descubres que su cara oculta
no está tan mal. Que porque complementa bien, o se sobrelleva, sois…
compatibles.
Que
miedo, ya tienes un amigo.
Pero no
tardas tan poco en saberlo. Tardas mucho más, tanto que ni te acuerdas cuando
pasó de uno a otro. Una persona con la que navegar, con la que estar en vela
aquellas largas noches portuguesas. Llenarte de júbilo saber que en la desdicha
está escondida la ocasión de la grata confianza. Tampoco te creas Dios, no
estáis solos. Hay todo un mundo infinito de ideas volando por ahí, y estáis
indefensos. Podríamos llamarlo… prueba. Sí, me gusta.
Imagina
ahora (o recuerda en caso de ser Jim Carrey) que pasan los años. ¡Qué locura!
Todo el mundo sabe que eso no pasa. Que nooooo… claro que pasa, no hay que
ofuscarse. El caso es que va cambiando tu situación: cambia tu desayuno, cambia
tu gusto del rojo por el verde, cambia aquellos horrorosos piratas cagaos que
llevabas por lino. Cambia tu número de teléfono, cambia tu código postal.
Cambia tu fe en la humanidad, cambia tu optimismo en que le falta poco a los
anuncios de los Simpsons, cambia tu flequillo, cambia la propia existencia de
tu flequillo. Cambia tu vista, cambia tu modo de ver el mundo de gafas a
lentillas. Cambia tu habilidad para sudar de todo, cambia tu habilidad de tener
habilidad para sudar de todo, cambia tu lista de reproducción preferida. Cambia
el color de tu piel, cambia las horas que eres capaz de mantenerte despierto,
cambia innumerables veces la longitud de tus uñas. Cambian tus tics salvo
cuando mientes. Con suerte, tu reacción
a todos estos cambios no te modifique dentro. No estoy seguro, nada nada seguro.
Pero lo que si se es que cuando empezaste a conjuntar el color de tus
calcetines después de años de coger los mismos, tu amigo empezó a dejarse
patillas. Y barba, y curriculum, y vínculos, y carnets, y bebidas, y motivos de
risa. Tanto igual que tú, como ser humano, cambiaron vuestras circunstancias.
No, no
llores, es natural. Es más, es un momento definitivo. Es el momento de ver si
de verdad erais tan compatibles, o necesitabas esas lentillas mucho antes. Solo
tienes que imaginar una cosa. Imagina que pierdes completamente tu memoria y pasado.
Solo conservas tus instintos a tu persona. Y ocurre lo mismo con tu amigo.
Recién nacidos de nuevo, os veis las
caras. Si en este momento, vuelves a vivir el cuarto párrafo, tengo malas
noticias. Pero si esa chispa, si esa química inexplicable. Si esa estructura sobrevivió
lo suficiente y sigue encajando igual de bien para soportar maremotos y
tormentas, entonces desconocido, tienes un amigo. Y lo mejor de todo, siempre
lo tuviste y siempre lo tendrás. Os alejen más o menos vuestras circunstancias.
Tu
búsqueda no podría haber salido mejor. Bueno, dicen cánticos de antiguos
trovadores que un joven guiñado por la diosa Fortuna se encontró un billete de
50€ de camino a por el pan. Pero tales leyendas las dejamos fuera de nuestras
manos, y os centramos en estas más posibles (aunque difíciles). En verdad no
tenemos nada que perder, lo peor que pueda pasar es que tengas que mirar en la
persona nº 99 de aquel día. Con un poquito de suerte hasta es guapo. ¡Y ruso!
Fuerte, alto, rubio, y con un vale de descuento en las baguetes del polvillo
con tus recién hallados 50€. Bendito tesoro.
"Pienso que acabo de perder la fe en este momento. Y al no tener fe, ya
no creo en dios ni en el infierno. Si no creo en el infierno ya no tengo
miedo. Y sin miedo soy capaz de cualquier cosa."
Creo
que el desvelo de hoy me ha merecido la pena, hoy no me atraganté con la bola
de chicle. Incluso supo bien. Espero que os sepa igual de bien, porque no les
devolveré su dinero.
1 comentario:
Muy bonito tu blog , te felicito espero también pases por el mio chao éxitoso http://clickopinamos.blogspot.com
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